Hipsters y caníbales: los futbolistas de la década de los 70 (I)
@D.V./
A día de doy, la expresión “look de futbolista” suele ir aparejado a
una pinta absolutamente criminal: un gañán cubierto de tatus talegueros,
con unos ademanes que han copiado punto por punto los tronistas de
‘Mujeres, Hombres y viceversa’. Desde que David Beckham impusiera la
moda del tatuaje entre los futbolistas de élite, esta tendencia ha ido
degenerando hasta alcanzar absolutos insultos a la Humanidad como esas
manos negras, de gorila, que se ha tatuado Messi en los gemelos. Atroz.
Sin embargo, hubo una época en la que los futbolistas marcaban
tendencia. Ellos no lo sabían. Seguían siendo los mismos gañanes de
siempre, pero al mezclarse con la época estéticamente más fascinante de
la Historia -los años setenta- crearon una conjugación icónica
extraordinaria. Los futbolistas de los años setenta, esos seres que
pateaban un balón para escapar de la miseria, eran auténticos hipsters y fashion victims avant la lettre. Seres que volvían locos a los coolhunters de la época, tipus únicos cuyos looks, cuarenta años más tarde, se siguen manteniendo igual de frescos, salvajes y actuales.
Saturnino Arrúa, golejador del Zaragoza, todo un fashion víctima. Fotos: Wikipedia.
Saturnino Arrúa
Observen a este hombre. Observen esa clase. Observen esa vestimenta. Observen ese estilazo. Quienes piensen que hasta la llegada de Beckham los futbolistas no se gastaban pasta en trapitos, aquí tienen la prueba de que no es así. La salvaje y exagerada moda macarril de los 70 tuvo un perfecto escaparate en los futbolistas y, especialmente, en los sudamericanos o, como se les conocía en España, “oriundos”. El más killer de todos ellos fue el paraguayo Saturnino Arrúa, mítico delantero de aquel Zaragoza que consiguió ser subcampeón de Liga en la temporada 1974-75. Mírenlo y maravíllense.
Observen a este hombre. Observen esa clase. Observen esa vestimenta. Observen ese estilazo. Quienes piensen que hasta la llegada de Beckham los futbolistas no se gastaban pasta en trapitos, aquí tienen la prueba de que no es así. La salvaje y exagerada moda macarril de los 70 tuvo un perfecto escaparate en los futbolistas y, especialmente, en los sudamericanos o, como se les conocía en España, “oriundos”. El más killer de todos ellos fue el paraguayo Saturnino Arrúa, mítico delantero de aquel Zaragoza que consiguió ser subcampeón de Liga en la temporada 1974-75. Mírenlo y maravíllense.
Rivellino marcando tendencia con 40 años de anticipación.
Rivellino
¿De qué les suena esa cara? ¿Será en algún bar de modernos del postureo barcelonés? ¿Se lo han encontrado en algún local hipster de Malasaña? ¿Es un actor que se deja ver por La Latina? ¿O quizás apareció en la portada de la revista Rockdelux o tocando el bajo en la nueva sensación del pop independiente? ¿Es un artista plástico? No, es Rivellino, ‘la zurda atómica’, el mejor jugador brasileño de la década de los 70, la estrella del Fluminense y dueño de un aspecto rabiosamente moderno y actual. Si los 70 marcaron el icono definitivo de la modernura es por ejemplos como estos.
¿De qué les suena esa cara? ¿Será en algún bar de modernos del postureo barcelonés? ¿Se lo han encontrado en algún local hipster de Malasaña? ¿Es un actor que se deja ver por La Latina? ¿O quizás apareció en la portada de la revista Rockdelux o tocando el bajo en la nueva sensación del pop independiente? ¿Es un artista plástico? No, es Rivellino, ‘la zurda atómica’, el mejor jugador brasileño de la década de los 70, la estrella del Fluminense y dueño de un aspecto rabiosamente moderno y actual. Si los 70 marcaron el icono definitivo de la modernura es por ejemplos como estos.
Paul Breitner. Jamás se han vuelto a ver unos pelos así en un campo de futbol.
Paul Breitner
No le llamen pelo, llámenlo pelazo. El alemán Paul Breitner se convirtió en un icono de los 70. Su pinturria todavía podría servir para ilustrar las fiestas Flower Power o de cualquier guateque sideral que se precie. Por mucho que vean a concursantes de Gran Hermano presumir de pelos imposibles, sepan que Paul Breitner fue el primero, que llegó antes y que llegó mejor. Campeón del Mundo en 1974, jugó tres años en el Madrid y se llevó dos ligas, repartiendo en todo momento lecciones de elegancia y moviéndose en el campo con la misma soltura que en la pista de baile.
No le llamen pelo, llámenlo pelazo. El alemán Paul Breitner se convirtió en un icono de los 70. Su pinturria todavía podría servir para ilustrar las fiestas Flower Power o de cualquier guateque sideral que se precie. Por mucho que vean a concursantes de Gran Hermano presumir de pelos imposibles, sepan que Paul Breitner fue el primero, que llegó antes y que llegó mejor. Campeón del Mundo en 1974, jugó tres años en el Madrid y se llevó dos ligas, repartiendo en todo momento lecciones de elegancia y moviéndose en el campo con la misma soltura que en la pista de baile.
Llegan los apaches. Leal y Rubén Cano, rock’n'roll way of life.
Leal y Rubén Cano
Mírenlos. Si no se fijan demasiado, probablemente los habrán tomado por los Pereza en el backstage de un concierto. Pero no, no se trata de dos estrellas del rock’n'roll, pero como si lo fueran. Son Leal y Rubén Cano, las estrellas del Atlético de Madrid de los Apaches que ganó la Liga de la temporada 1976/77. Actitud salvaje y callejera, puño de hierro y guante de seda, zurda de oro con tacos afilados, clase y estilo pero enseñando los dientes, brutalidad y exquisitez, salvajes y sentimentales. Ellos también tocaron el cielo.
Mírenlos. Si no se fijan demasiado, probablemente los habrán tomado por los Pereza en el backstage de un concierto. Pero no, no se trata de dos estrellas del rock’n'roll, pero como si lo fueran. Son Leal y Rubén Cano, las estrellas del Atlético de Madrid de los Apaches que ganó la Liga de la temporada 1976/77. Actitud salvaje y callejera, puño de hierro y guante de seda, zurda de oro con tacos afilados, clase y estilo pero enseñando los dientes, brutalidad y exquisitez, salvajes y sentimentales. Ellos también tocaron el cielo.
Antonín Panenka, autor del penalti más famoso de la historia.
Antonín Panenka
No, no se trata del cineasta underground catalán Albert Serra. No se trata de un geek, de un artista de vanguardia o de algún moderno carne de revista Vice. Ese bigote, ese pelo aplastado y esa mirada perdida pertenecen a Antonín Panenka, el autor de uno de los goles más míticos de la historia del fútbol, un mito y una leyenda que ha bautizado a una imprescindible revista de fútbol y que simboliza a todos aquellos que viven este deporte con un romanticismo desaforado. Defendía la camiseta de un país que ya no existe y su gesta en la final del Europeo de 1976 ha inspirado canciones, relatos y mitología. A su manera, también fue un hipster. Gloria al Artista y a la década de los 70.
No, no se trata del cineasta underground catalán Albert Serra. No se trata de un geek, de un artista de vanguardia o de algún moderno carne de revista Vice. Ese bigote, ese pelo aplastado y esa mirada perdida pertenecen a Antonín Panenka, el autor de uno de los goles más míticos de la historia del fútbol, un mito y una leyenda que ha bautizado a una imprescindible revista de fútbol y que simboliza a todos aquellos que viven este deporte con un romanticismo desaforado. Defendía la camiseta de un país que ya no existe y su gesta en la final del Europeo de 1976 ha inspirado canciones, relatos y mitología. A su manera, también fue un hipster. Gloria al Artista y a la década de los 70.
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