Diez partidos en los que Cruyff se jugó el despido (I)
Publicado por Guillermo Ortiz
http://www.jotdown.es
El cuatro de mayo de 1988, Cruyff aparece en Barcelona para firmar, por fin, su contrato con el F.C. Barcelona como manager—aún no posee la licencia de entrenador, la Federación se niega a tramitarla sin aprobar los cursos pertinentes pese a la experiencia de Johan en la liga holandesa— y lo primero que hace es dar una rueda de prensa donde deja claras varias cosas: la primera, el tópico, es decir, “No prometo títulos, sino espectáculo, mi reto es ver el Camp Nou lleno y no vacío, como este año”; la segunda, una profecía que se acabaría cumpliendo: “Tengo la intención de marcar una época excepcional en este gran club que, como digo, es mi casa” y la tercera, un recado para los jugadores: “El presidente es el que paga y quien no esté de acuerdo con él ya se puede ir yendo”.
25 años después, es fácil decir que todo el mundo recibió a Cruyff con los brazos abiertos y que era el ídolo que pedía la afición, el “hijo pródigo” que volvía 15 años después con una buena colección de títulos con el Ajax —dos Copas y una Recopa— a la espalda y la seguridad de quien conoce dónde está cada enchufe del vestuario. Puede que parte de esa afirmación sea verdad pero se obvia una parte muy importante: el Barcelona estaba en plena guerra civil y en una guerra civil todo el mundo es sospechoso.
Apenas seis días antes, la plantilla del Barça, reunida en el famoso hotel Hesperia, ha pedido la dimisión de la Junta Directiva y en concreto la de su presidente, José Luis Núñez, por diferencias insalvables y engaños continuos en las negociaciones, filtraciones interesadas a la prensa incluidas. El clima es irrespirable pese a la Copa del Rey que el equipo es capaz de ganar en unas condiciones dificilísimas. Las pañoladas se suceden en el Camp Nou al mismo ritmo que las derrotas, el equipo termina sexto una liga en la que dos entrenadores se han repartido el puesto: las primeras cuatro jornadas, el cadáver viviente de Terry Venables, de ahí en adelante, Luis Aragonés, a sus 48 años, incapaz de girar el rumbo del vestuario.
Publicado por Guillermo Ortiz
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El cuatro de mayo de 1988, Cruyff aparece en Barcelona para firmar, por fin, su contrato con el F.C. Barcelona como manager—aún no posee la licencia de entrenador, la Federación se niega a tramitarla sin aprobar los cursos pertinentes pese a la experiencia de Johan en la liga holandesa— y lo primero que hace es dar una rueda de prensa donde deja claras varias cosas: la primera, el tópico, es decir, “No prometo títulos, sino espectáculo, mi reto es ver el Camp Nou lleno y no vacío, como este año”; la segunda, una profecía que se acabaría cumpliendo: “Tengo la intención de marcar una época excepcional en este gran club que, como digo, es mi casa” y la tercera, un recado para los jugadores: “El presidente es el que paga y quien no esté de acuerdo con él ya se puede ir yendo”.
25 años después, es fácil decir que todo el mundo recibió a Cruyff con los brazos abiertos y que era el ídolo que pedía la afición, el “hijo pródigo” que volvía 15 años después con una buena colección de títulos con el Ajax —dos Copas y una Recopa— a la espalda y la seguridad de quien conoce dónde está cada enchufe del vestuario. Puede que parte de esa afirmación sea verdad pero se obvia una parte muy importante: el Barcelona estaba en plena guerra civil y en una guerra civil todo el mundo es sospechoso.
Apenas seis días antes, la plantilla del Barça, reunida en el famoso hotel Hesperia, ha pedido la dimisión de la Junta Directiva y en concreto la de su presidente, José Luis Núñez, por diferencias insalvables y engaños continuos en las negociaciones, filtraciones interesadas a la prensa incluidas. El clima es irrespirable pese a la Copa del Rey que el equipo es capaz de ganar en unas condiciones dificilísimas. Las pañoladas se suceden en el Camp Nou al mismo ritmo que las derrotas, el equipo termina sexto una liga en la que dos entrenadores se han repartido el puesto: las primeras cuatro jornadas, el cadáver viviente de Terry Venables, de ahí en adelante, Luis Aragonés, a sus 48 años, incapaz de girar el rumbo del vestuario.
El propio Luis Aragonés, que ha estado al lado de los jugadores en todo el proceso del Hesperia, afirma nada más conocer el fichaje de Cruyff: “Se me ha comunicado después de que saliera en televisión” y afea al holandés y a la junta directiva el gesto. Preguntado por las declaraciones de Cruyff defendiendo a Núñez “por ser el que paga”, el capitán Migueli, que llegó a coincidir en la plantilla con “El Flaco” como jugador, deja claro que a él “lo que le importa no es el dinero, sino que los 100.000 que vienen vean a su equipo dejarlo todo en el campo”. Otro ilustre, Rojo, advierte: “Si solo va a contar con jugadores que estén de acuerdo con el presidente, le van a quedar muy pocos”.
La división en la grada queda patente de primeras, en la presentación del equipo del 22 de julio de 1988. El discurso del presidente es recibido con tímidas protestas y bastantes aplausos, igual que el de Johan Cruyff, que parece haber puesto algo de orden en la plantilla, fichando nada menos que a diez jugadores y dando la baja a otros 13. Cuando Alexanko, como capitán, coge el micrófono, la pitada es tal que apenas se le escucha. El defensa, consciente, abrevia su discurso y lo deja en un par de frases sin sustancia. Núñez sonríe pletórico y declara posteriormente: “La afición no acepta a aquellos jugadores que no saben respetar la institución”. Alexanko había sido de los más activos en la primavera anterior y el vicepresidente Nicolás Casaus llegó a anunciar su dimisión si el jugador seguía en el equipo.
Cruyff, sin embargo, se enfada. Mucho. Coge de nuevo el micrófono y dice: “Me parece muy bien que me aplaudáis a mí y que aplaudáis al presidente, pero no me gusta nada que silbéis a un jugador que yo mismo he elegido como capitán. No es la mejor manera de empezar si no queremos que las cosas vayan como el año pasado”. La primera en la frente. En dos meses, Cruyff se ha enfrentado directa o indirectamente al entrenador con contrato en vigor, a los jugadores más díscolos, al presidente y a la afición. En ocasiones, cambiando de idea sobre el mismo problema. Así serán los ocho años siguientes. Durante los cuatro del Dream Team, su independencia se respetará sin problemas… pero a lo largo de los dos primeros los encontronazos le dejarían contra las cuerdas en más de una ocasión.
Repasamos aquí los diez partidos en los que Cruyff y su futuro “Dream Team” estuvieron a punto de irse al garete. Las diez grandes decepciones de un hombre que vino para acabar con la dictadura del Real Madrid y tardó dos largos años en conseguirlo.
La división en la grada queda patente de primeras, en la presentación del equipo del 22 de julio de 1988. El discurso del presidente es recibido con tímidas protestas y bastantes aplausos, igual que el de Johan Cruyff, que parece haber puesto algo de orden en la plantilla, fichando nada menos que a diez jugadores y dando la baja a otros 13. Cuando Alexanko, como capitán, coge el micrófono, la pitada es tal que apenas se le escucha. El defensa, consciente, abrevia su discurso y lo deja en un par de frases sin sustancia. Núñez sonríe pletórico y declara posteriormente: “La afición no acepta a aquellos jugadores que no saben respetar la institución”. Alexanko había sido de los más activos en la primavera anterior y el vicepresidente Nicolás Casaus llegó a anunciar su dimisión si el jugador seguía en el equipo.
Cruyff, sin embargo, se enfada. Mucho. Coge de nuevo el micrófono y dice: “Me parece muy bien que me aplaudáis a mí y que aplaudáis al presidente, pero no me gusta nada que silbéis a un jugador que yo mismo he elegido como capitán. No es la mejor manera de empezar si no queremos que las cosas vayan como el año pasado”. La primera en la frente. En dos meses, Cruyff se ha enfrentado directa o indirectamente al entrenador con contrato en vigor, a los jugadores más díscolos, al presidente y a la afición. En ocasiones, cambiando de idea sobre el mismo problema. Así serán los ocho años siguientes. Durante los cuatro del Dream Team, su independencia se respetará sin problemas… pero a lo largo de los dos primeros los encontronazos le dejarían contra las cuerdas en más de una ocasión.
Repasamos aquí los diez partidos en los que Cruyff y su futuro “Dream Team” estuvieron a punto de irse al garete. Las diez grandes decepciones de un hombre que vino para acabar con la dictadura del Real Madrid y tardó dos largos años en conseguirlo.
Temporada 1988-1989
Altas: López-Rekarte, Aloisio, Eusebio, Bakero, Begiristáin, Salinas, Unzúe, Soler, Valverde, Manolo Hierro, Romerito
Canteranos: Amor, Milla, Roura, Serer
Bajas: Gerardo, Moratalla, Víctor, Schuster, Urruti, Calderé, Clos, Covelo, Manolo, Pedraza, López López, Amarilla, Nayim
21/09/1988 REAL MADRID 2-BARCELONA 0. IDA SUPERCOPA
Once inicial: Zubizarreta; López Rekarte, Alexanko, Julio Alberto; Milla, Roberto, Bakero, Soler; Carrasco, Begiristain, Julio Salinas
Altas: López-Rekarte, Aloisio, Eusebio, Bakero, Begiristáin, Salinas, Unzúe, Soler, Valverde, Manolo Hierro, Romerito
Canteranos: Amor, Milla, Roura, Serer
Bajas: Gerardo, Moratalla, Víctor, Schuster, Urruti, Calderé, Clos, Covelo, Manolo, Pedraza, López López, Amarilla, Nayim
21/09/1988 REAL MADRID 2-BARCELONA 0. IDA SUPERCOPA
Once inicial: Zubizarreta; López Rekarte, Alexanko, Julio Alberto; Milla, Roberto, Bakero, Soler; Carrasco, Begiristain, Julio Salinas
Cruyff tiene un plácido inicio de temporada: tres victorias fáciles para empezar con un equipo que aún intenta acostumbrarse al 3-4-3 que el entrenador trae de Holanda. Dos laterales que puedan hacer de marcadores en un momento dado, un central contundente acompañado de un medio centro que también pueda retrasar su posición para jugar de líbero, dos interiores, un media punta para liberar juego a los costados o devolver el balón atrás como Bakero, fichado de la excelente Real Sociedad, dos extremos abiertos pero que hagan diagonales constantes hacia el área y un delantero centro de referencia.
El problema es que el delantero que a Cruyff le gusta es Julio Salinas y no Gary Lineker, la gran estrella de los años pasados, el internacional inglés que se hincha a marcar goles en los Mundiales y que se ha convertido, tras la marcha de Schuster al Madrid, en el jugador más conocido de la plantilla del Barcelona. La relación entre Lineker y Cruyff es pésima y el inglés no es el único que se pierde en la maraña de números y geometrías difusas en que se convierte la pizarra del vestuario. A menudo, Cruyff lo mandará a la banda, para que se mate a correr y sus carencias queden al descubierto ante un público que aún lo idolatra por sus goles frente al Madrid.
Y es en Madrid, precisamente, contra Bernd Schuster y los suyos, donde Cruyff se pega su primera torta, justo frente al equipo al que ha venido a derrocar. El tres veces campeón de Liga recibe en el Bernabéu al campeón de Copa con ganas de afianzar la jerarquía. Cruyff recurre a una alineación nunca vista en un escenario así, insiste en el 3-4-3 y el pivote vuelve a ser Milla, un canterano salido de la nada que se hace con ese puesto. En liga, contra el Elche, ha debutado también Jordi Roura, que acabará como segundo entrenador de Tito Vilanova 25 años después.
La defensa del Barcelona queda, pues, en manos de Alexanko, López Rekarte, Julio Alberto y las ayudas del chaval de 22 años. La primera parte acaba con 0-0 pero las sensaciones son magníficas: el Madrid sigue con los problemas que le vienen acompañando en este problemático principio de temporada y Salinas falla un gol cantado a pase de Milla, que se está comiendo a Schuster en el medio del campo. Sin embargo, todo cambia en la segunda parte cuando al poco de empezar, Michel recibe en la frontal un pase de Butragueño y se saca un disparo portentoso que Zubi solo puede rechazar precisamente a pies del ocho madridista, quien vuelve a sacar el martillo de su pierna izquierda a pasear y empotra el 1-0 en la portería.
A partir de ahí, caos e inseguridad. Poca profundidad en ataque. Sale Eusebio por Carrasco para dar más consistencia al medio del campo pero nada cambia. El Madrid huele sangre y va por el segundo: lo encuentra en el minuto 78, por medio, cómo no, de Hugo Sánchez. Hay algo de obra inacabada en el partido del Barcelona: no ha dado mala imagen, no ha sido inferior… pero se va con dos goles de desventaja al partido de vuelta. Cruyff declara en rueda de prensa: “El equipo tiene que ser más valiente, ir a lo suyo, los jugadores no pueden echarse atrás porque jueguen fuera de casa”. Aparte, culpa a Urbano, el sustituto de Julio Alberto, del segundo gol, un gesto marca de la casa. No se aprecian nervios, solo cierta insatisfacción. “Podemos remontar en la vuelta”, avisa el holandés, pero no, un gol de Butragueño al poco de empezar pone la eliminatoria imposible para los barcelonistas, que, aun así, se imponen 2-1 con dos goles de Bakero.
22/10/1988 BARCELONA 1- LECH POZNAN 1. OCTAVOS RECOPA
Once inicial: Zubizarreta; López Rekarte, Serna, Soler; Aloisio, Roberto, Milla, Bakero; Carrasco, Begiristain, Lineker
El problema es que el delantero que a Cruyff le gusta es Julio Salinas y no Gary Lineker, la gran estrella de los años pasados, el internacional inglés que se hincha a marcar goles en los Mundiales y que se ha convertido, tras la marcha de Schuster al Madrid, en el jugador más conocido de la plantilla del Barcelona. La relación entre Lineker y Cruyff es pésima y el inglés no es el único que se pierde en la maraña de números y geometrías difusas en que se convierte la pizarra del vestuario. A menudo, Cruyff lo mandará a la banda, para que se mate a correr y sus carencias queden al descubierto ante un público que aún lo idolatra por sus goles frente al Madrid.
Y es en Madrid, precisamente, contra Bernd Schuster y los suyos, donde Cruyff se pega su primera torta, justo frente al equipo al que ha venido a derrocar. El tres veces campeón de Liga recibe en el Bernabéu al campeón de Copa con ganas de afianzar la jerarquía. Cruyff recurre a una alineación nunca vista en un escenario así, insiste en el 3-4-3 y el pivote vuelve a ser Milla, un canterano salido de la nada que se hace con ese puesto. En liga, contra el Elche, ha debutado también Jordi Roura, que acabará como segundo entrenador de Tito Vilanova 25 años después.
La defensa del Barcelona queda, pues, en manos de Alexanko, López Rekarte, Julio Alberto y las ayudas del chaval de 22 años. La primera parte acaba con 0-0 pero las sensaciones son magníficas: el Madrid sigue con los problemas que le vienen acompañando en este problemático principio de temporada y Salinas falla un gol cantado a pase de Milla, que se está comiendo a Schuster en el medio del campo. Sin embargo, todo cambia en la segunda parte cuando al poco de empezar, Michel recibe en la frontal un pase de Butragueño y se saca un disparo portentoso que Zubi solo puede rechazar precisamente a pies del ocho madridista, quien vuelve a sacar el martillo de su pierna izquierda a pasear y empotra el 1-0 en la portería.
A partir de ahí, caos e inseguridad. Poca profundidad en ataque. Sale Eusebio por Carrasco para dar más consistencia al medio del campo pero nada cambia. El Madrid huele sangre y va por el segundo: lo encuentra en el minuto 78, por medio, cómo no, de Hugo Sánchez. Hay algo de obra inacabada en el partido del Barcelona: no ha dado mala imagen, no ha sido inferior… pero se va con dos goles de desventaja al partido de vuelta. Cruyff declara en rueda de prensa: “El equipo tiene que ser más valiente, ir a lo suyo, los jugadores no pueden echarse atrás porque jueguen fuera de casa”. Aparte, culpa a Urbano, el sustituto de Julio Alberto, del segundo gol, un gesto marca de la casa. No se aprecian nervios, solo cierta insatisfacción. “Podemos remontar en la vuelta”, avisa el holandés, pero no, un gol de Butragueño al poco de empezar pone la eliminatoria imposible para los barcelonistas, que, aun así, se imponen 2-1 con dos goles de Bakero.
22/10/1988 BARCELONA 1- LECH POZNAN 1. OCTAVOS RECOPA
Once inicial: Zubizarreta; López Rekarte, Serna, Soler; Aloisio, Roberto, Milla, Bakero; Carrasco, Begiristain, Lineker
Llega la Recopa como bálsamo. No es una competición cualquiera: los aficionados aún recuerdan los triunfos de 1979 y 1982 en medio de la gran sequía de aquellos años. Incluso Núñez se estrenó en la presidencia con ese título. Cuatro días antes, el Barça ha sufrido su segunda derrota en el Bernabéu, una derrota dolorosa, con gol de Gordillo en el minuto 81, que le ha costado un liderato que no volverá a recuperar en el resto de la temporada.
El partido es ideal para redimirse y el primer gol llega en el minuto 26 tras unas manos torpes a la salida de un córner en área polaca. Después de eso, la nada. Una enorme siesta entre el “run-run” de los apenas 30.000 espectadores que la toman con Aloisio, incapaz de generar juego desde su puesto de pivote. En la segunda parte, Lineker tiene el 2-0 pero envía el balón al travesaño y solo un minuto después, el Poznan empata por mediación de Pachelski. El “run-run” se convierte en bronca y silbidos, esa constante en el Camp Nou en los años 80. Por más que lo intenta con la entrada de Salinas, el Barça no juega a nada y la decepción es enorme. Tras el partido, los dardos vuelan de nuevo: Cruyff acusa a los jugadores de tomarse el partido “como si fuera un amistoso” y niega cualquier responsabilidad táctica.
Núñez recibe a la prensa con cara de póker y un mensaje claro: “No sé qué decir sobre Aloisio porque hoy no ha jugado en su posición”. Efectivamente, el brasileño ha jugado por delante de la defensa, combinando con Milla y Roberto, para acabar perdido como interior derecho. Es el primer toque público a las decisiones de Cruyff y al holandés no le gusta ni un pelo. Una derrota y un empate han servido para que el barco se desestabilice de nuevo. Por si fuera poco, Hacienda sigue investigando el contrato de Schuster y Núñez tiene que ir a los tribunales a defenderse.
El equipo gana como puede (1-0) al Zaragoza y empata a cero en Valladolid, alejándose un poco más del Madrid. En el partido de vuelta en Poznan, el Lech se adelanta de penalti y Roberto empata poco después tras pase de Eusebio. La prórroga parece llegar en mejor momento para los blaugrana… pero Cruyff decide cambiar a Lineker y meter en su lugar ¡a Alexanko! Los periodistas no se lo pueden creer y a los jugadores les cuesta. El central vasco se pone a jugar de “nueve” y lógicamente no ve la bola, llegando el partido a los penaltis.
Cualquier tanda de penaltis con Zubizarreta en tu portería es de temer, y más si tu especialista —Roberto— falla el primero y tu revulsivo —el citado Alexanko— es capaz de fallar su penalti dos veces. Aun así, Zubi para uno y los polacos fallan dos, el último de ellos estrellándose aparatosamente contra el larguero. El Barça está en cuartos. La primera gran crisis se retrasa pero todo el mundo está de acuerdo en una cosa: que nadie entiende nada.
12/04/1989 ATLÉTICO DE MADRID 4- BARCELONA 0. VUELTA CUARTOS COPA DEL REY
Once inicial: Zubizarreta; Serna, Aloisio, Alexanko, Julio Alberto; Amor, Eusebio, Roberto; Soler, Lineker, Julio Salinas
El partido es ideal para redimirse y el primer gol llega en el minuto 26 tras unas manos torpes a la salida de un córner en área polaca. Después de eso, la nada. Una enorme siesta entre el “run-run” de los apenas 30.000 espectadores que la toman con Aloisio, incapaz de generar juego desde su puesto de pivote. En la segunda parte, Lineker tiene el 2-0 pero envía el balón al travesaño y solo un minuto después, el Poznan empata por mediación de Pachelski. El “run-run” se convierte en bronca y silbidos, esa constante en el Camp Nou en los años 80. Por más que lo intenta con la entrada de Salinas, el Barça no juega a nada y la decepción es enorme. Tras el partido, los dardos vuelan de nuevo: Cruyff acusa a los jugadores de tomarse el partido “como si fuera un amistoso” y niega cualquier responsabilidad táctica.
Núñez recibe a la prensa con cara de póker y un mensaje claro: “No sé qué decir sobre Aloisio porque hoy no ha jugado en su posición”. Efectivamente, el brasileño ha jugado por delante de la defensa, combinando con Milla y Roberto, para acabar perdido como interior derecho. Es el primer toque público a las decisiones de Cruyff y al holandés no le gusta ni un pelo. Una derrota y un empate han servido para que el barco se desestabilice de nuevo. Por si fuera poco, Hacienda sigue investigando el contrato de Schuster y Núñez tiene que ir a los tribunales a defenderse.
El equipo gana como puede (1-0) al Zaragoza y empata a cero en Valladolid, alejándose un poco más del Madrid. En el partido de vuelta en Poznan, el Lech se adelanta de penalti y Roberto empata poco después tras pase de Eusebio. La prórroga parece llegar en mejor momento para los blaugrana… pero Cruyff decide cambiar a Lineker y meter en su lugar ¡a Alexanko! Los periodistas no se lo pueden creer y a los jugadores les cuesta. El central vasco se pone a jugar de “nueve” y lógicamente no ve la bola, llegando el partido a los penaltis.
Cualquier tanda de penaltis con Zubizarreta en tu portería es de temer, y más si tu especialista —Roberto— falla el primero y tu revulsivo —el citado Alexanko— es capaz de fallar su penalti dos veces. Aun así, Zubi para uno y los polacos fallan dos, el último de ellos estrellándose aparatosamente contra el larguero. El Barça está en cuartos. La primera gran crisis se retrasa pero todo el mundo está de acuerdo en una cosa: que nadie entiende nada.
12/04/1989 ATLÉTICO DE MADRID 4- BARCELONA 0. VUELTA CUARTOS COPA DEL REY
Once inicial: Zubizarreta; Serna, Aloisio, Alexanko, Julio Alberto; Amor, Eusebio, Roberto; Soler, Lineker, Julio Salinas
Madrid continúa avasallando y aprovechándose de una excesiva irregularidad del Barcelona, que no sufre tanto en defensa como en ataque, incapaz demasiadas veces de pasar del empate a cero con Lineker ya suplicando el traspaso, completamente mareado, y Salinas con sus rachas habituales de todo o nada. A la aparición de Milla a principio de temporada como timonel del equipo hay que añadirle el descubrimiento de Guillermo Amor, que poco a poco se va haciendo un hueco en el equipo, bien como pivote, bien como interior derecho, a veces, si hace falta, incluso extremo.
Con todo, la cosa va relativamente bien, es decir, al menos el equipo no va sexto sino segundo y con cierta ventaja sobre el tercero, el Valencia. El primero está lejos, sí, pero a cuatro puntos y tiene que visitar el Camp Nou. En la Recopa, el equipo ha sufrido una barbaridad contra el Aarhus pero ya está en semifinales, donde se enfrentará al CSKA de Sofía, conocido también por el nombre de Sredets por una cuestión política, y que cuenta en sus filas con dos jóvenes llamados Lubo Penev y Hristo Stoichkov.
En esas llega el cruce con el Atlético de Madrid en cuartos de final de la Copa del Rey. La ida, en el Nou Camp acaba con un 3-3. Con estos dos equipos, ya se sabe. Al Atleti lo preside Gil y lo entrena cualquiera, en este caso, Colin Addison, que había venido de segundo de Ron Atkinson y no le importó quedarse en el puesto una vez echaron a su jefe. El resultado no es bueno aunque por entonces aún no se ha instaurado lo del valor doble de los goles fuera de casa en la Copa, pero Cruyff sorprende a todos con una alineación más bien defensiva que vuelve a enviar a Lineker a la banda derecha en beneficio de Salinas, ariete indiscutible.
El resultado no puede ser peor: el Barça no genera peligro y atrás es un auténtico coladero. A los ocho minutos, el vigente campeón pierde 2-0 y Cruyff decide cambiar a Alexanko por Carrasco. No mejorará el juego ni el marcador: el 3-0 llega en el minuto 24, obra de Baltazar en lanzamiento de falta directa. Antes del descanso, Manolo marca el cuarto. El ruido y la furia. El Calderón es una fiesta y el vestuario blaugrana arde. En rueda de prensa, Cruyff vuelve a tirar balones fuera. No le importa la derrota ni su contundencia. No parece importarle nada. Ha firmado por un año, el que le queda a Núñez como presidente y ese año acaba en junio. Cuando le preguntan por las críticas del propio Núñez, el holandés responde que no es el momento y que ya hablará de ese tema más adelante.
Con todo, la cosa va relativamente bien, es decir, al menos el equipo no va sexto sino segundo y con cierta ventaja sobre el tercero, el Valencia. El primero está lejos, sí, pero a cuatro puntos y tiene que visitar el Camp Nou. En la Recopa, el equipo ha sufrido una barbaridad contra el Aarhus pero ya está en semifinales, donde se enfrentará al CSKA de Sofía, conocido también por el nombre de Sredets por una cuestión política, y que cuenta en sus filas con dos jóvenes llamados Lubo Penev y Hristo Stoichkov.
En esas llega el cruce con el Atlético de Madrid en cuartos de final de la Copa del Rey. La ida, en el Nou Camp acaba con un 3-3. Con estos dos equipos, ya se sabe. Al Atleti lo preside Gil y lo entrena cualquiera, en este caso, Colin Addison, que había venido de segundo de Ron Atkinson y no le importó quedarse en el puesto una vez echaron a su jefe. El resultado no es bueno aunque por entonces aún no se ha instaurado lo del valor doble de los goles fuera de casa en la Copa, pero Cruyff sorprende a todos con una alineación más bien defensiva que vuelve a enviar a Lineker a la banda derecha en beneficio de Salinas, ariete indiscutible.
El resultado no puede ser peor: el Barça no genera peligro y atrás es un auténtico coladero. A los ocho minutos, el vigente campeón pierde 2-0 y Cruyff decide cambiar a Alexanko por Carrasco. No mejorará el juego ni el marcador: el 3-0 llega en el minuto 24, obra de Baltazar en lanzamiento de falta directa. Antes del descanso, Manolo marca el cuarto. El ruido y la furia. El Calderón es una fiesta y el vestuario blaugrana arde. En rueda de prensa, Cruyff vuelve a tirar balones fuera. No le importa la derrota ni su contundencia. No parece importarle nada. Ha firmado por un año, el que le queda a Núñez como presidente y ese año acaba en junio. Cuando le preguntan por las críticas del propio Núñez, el holandés responde que no es el momento y que ya hablará de ese tema más adelante.
¿Qué tema? Ahora mismo se lo cuento, sigan leyendo.
15/04/1989 BARCELONA 0-VALLADOLID 0. JORNADA 29. LIGA
Once inicial: Zubizarreta; Serna, Aloisio, López Rekarte; Milla, Eusebio, Roberto, Romerito; Valverde, Lineker, Begiristáin
15/04/1989 BARCELONA 0-VALLADOLID 0. JORNADA 29. LIGA
Once inicial: Zubizarreta; Serna, Aloisio, López Rekarte; Milla, Eusebio, Roberto, Romerito; Valverde, Lineker, Begiristáin
El tema está ahí, en el medio del campo, a veces cayendo a banda, en general pasando desapercibido salvo porque es imposible que pase desapercibido: Romerito es un jugador paraguayo de 30 años completamente desconocido al que Cruyff se ha empeñado en fichar justo antes del partido decisivo en el Camp Nou ante el Real Madrid, el partido que podría meter al Barcelona en la lucha por la liga y dejar la ventaja blanca en apenas dos puntos.
El primer despropósito es el precio del fichaje: 60 millones de pesetas por lo que no deja de ser una cesión hasta el final de temporada. Además, parece dejar fuera del equipo de manera práctica a Gary Lineker, el objetivo de Cruyff desde principio de temporada, y para rematar el paraguayo llega en avión un jueves y el domingo ya está jugando ante el Madrid, fallando dos goles cantados. Núñez está que se sube por las paredes. Tiene las elecciones a días vista con Ronald Koeman bajo el brazo, así que no quiere problemas ante un Sixte Cambra que no parece inquietar en las encuestas y que no consigue aprovechar el filón de un nuñismo desorientado.
En esas circunstancias, Romerito se convierte en un quebradero de cabeza, casi un chiste. Antes del partido clave de Copa ante el Atlético de Madrid, diez días después del fichaje, Núñez ya lo califica como “un fracaso”. No se respira un gran clima en Can Barça. Cruyff prefiere no contestar al principio pero luego lo deja claro: “Leo muchas tonterías últimamente en la prensa”. Nadie se explica qué hace ese jugador en el equipo y nadie se explica que el presidente que lo ha fichado eche encima a todo el público solo tres partidos después.
El encuentro ante el Valladolid se prepara mal y se convierte casi en un plebiscito. Nadie está a lo que tiene que estar y los pucelanos sacan un digno empate a cero. El Madrid viene de perder su primer partido en liga y la decepción es aún mayor: el público silba a sus jugadores, a su técnico y a su presidente, según toque: es el tercer empate a cero en los últimos cuatro partidos en casa y el cuarto en cinco si sumamos otro 0-0 en Zaragoza. La liga se escapa sin meter un solo gol y encima Romerito se lesiona el peroné, teniendo que jugar 30 minutos cojeando, casi igual que Milla, sorprendente blanco de las iras del público.
Lineker tiene el gol pero se encuentra con el poste, igual que Begiristáin. El Valladolid marca pero el árbitro anula el gol por un fuera de juego más que dudoso. Al final del partido, Cruyff relativiza el pinchazo y la ineficacia cara a puerta y mira al frente cara al partido ante el Sredets en Recopa. El partido en el que se jugará media temporada. Por el camino, deja otro de sus mensajes, esta vez no contra ningún jugador ni contra ningún directivo sino contra el público, igual que hiciera en su discurso de bienvenida: “El equipo necesita la ayuda de los aficionados”, dice, pero los aficionados se temen un año en blanco, cosa que Salinas no entiende: “Antes teníamos un equipo y un sistema maravillosos y ahora no servimos para nada”. La historia de siempre. La liga se escapará con una improbable derrota en Murcia (2-0) cuando el equipo parecía estar mejor que nunca.
En Recopa, pese a un magnífico gol de Stoichkov en el Camp Nou, el Barcelona consigue llegar a la final y ganarse la oportunidad de salvar la temporada.
10/05/1989 BARCELONA 2-SAMPDORIA 0. FINAL RECOPA
El primer despropósito es el precio del fichaje: 60 millones de pesetas por lo que no deja de ser una cesión hasta el final de temporada. Además, parece dejar fuera del equipo de manera práctica a Gary Lineker, el objetivo de Cruyff desde principio de temporada, y para rematar el paraguayo llega en avión un jueves y el domingo ya está jugando ante el Madrid, fallando dos goles cantados. Núñez está que se sube por las paredes. Tiene las elecciones a días vista con Ronald Koeman bajo el brazo, así que no quiere problemas ante un Sixte Cambra que no parece inquietar en las encuestas y que no consigue aprovechar el filón de un nuñismo desorientado.
En esas circunstancias, Romerito se convierte en un quebradero de cabeza, casi un chiste. Antes del partido clave de Copa ante el Atlético de Madrid, diez días después del fichaje, Núñez ya lo califica como “un fracaso”. No se respira un gran clima en Can Barça. Cruyff prefiere no contestar al principio pero luego lo deja claro: “Leo muchas tonterías últimamente en la prensa”. Nadie se explica qué hace ese jugador en el equipo y nadie se explica que el presidente que lo ha fichado eche encima a todo el público solo tres partidos después.
El encuentro ante el Valladolid se prepara mal y se convierte casi en un plebiscito. Nadie está a lo que tiene que estar y los pucelanos sacan un digno empate a cero. El Madrid viene de perder su primer partido en liga y la decepción es aún mayor: el público silba a sus jugadores, a su técnico y a su presidente, según toque: es el tercer empate a cero en los últimos cuatro partidos en casa y el cuarto en cinco si sumamos otro 0-0 en Zaragoza. La liga se escapa sin meter un solo gol y encima Romerito se lesiona el peroné, teniendo que jugar 30 minutos cojeando, casi igual que Milla, sorprendente blanco de las iras del público.
Lineker tiene el gol pero se encuentra con el poste, igual que Begiristáin. El Valladolid marca pero el árbitro anula el gol por un fuera de juego más que dudoso. Al final del partido, Cruyff relativiza el pinchazo y la ineficacia cara a puerta y mira al frente cara al partido ante el Sredets en Recopa. El partido en el que se jugará media temporada. Por el camino, deja otro de sus mensajes, esta vez no contra ningún jugador ni contra ningún directivo sino contra el público, igual que hiciera en su discurso de bienvenida: “El equipo necesita la ayuda de los aficionados”, dice, pero los aficionados se temen un año en blanco, cosa que Salinas no entiende: “Antes teníamos un equipo y un sistema maravillosos y ahora no servimos para nada”. La historia de siempre. La liga se escapará con una improbable derrota en Murcia (2-0) cuando el equipo parecía estar mejor que nunca.
En Recopa, pese a un magnífico gol de Stoichkov en el Camp Nou, el Barcelona consigue llegar a la final y ganarse la oportunidad de salvar la temporada.
10/05/1989 BARCELONA 2-SAMPDORIA 0. FINAL RECOPA
Once inicial: Zubizarreta; Urbano, Alexanko, Aloisio; Milla, Roberto, Amor, Eusebio; Begiristáin, Salinas, Lineker
Un año después del título de Copa contra la Real Sociedad, el Barcelona vuelve a una final. Como hemos visto, aún hay cierta tensión en el ambiente pero esta vez no hay motines ni comunicados. Si la relación entre Núñez y los jugadores no se ha calmado —que parece difícil— al menos lo parece y a eso ayuda una revolución total en el equipo. De los díscolos, solo queda Alexanko en el once inicial que Cruyff pone en liza ante la Sampdoria de Vialli y Mancini, prácticamente la misma Sampdoria de Wembley 1992, aunque con Boskov en el banquillo y Víctor Muñoz sobre el campo.
Ese once es el reflejo de un año de evolución de cruyffismo, el resumen perfecto de esta primera temporada: para empezar, el holandés pone su 3-4-3 como apuesta irrenunciable. El jugador más criticado del año, apuesta personal, es decir, Aloisio, es titular. Milla dirige al equipo junto al otro canterano, Guillermo Amor. Eusebio, cuya evolución ha sido impresionante, completa un medio campo de toque y posesión mientras Roberto intenta estar en todas partes. Arriba, los dos grandes goleadores: Txiki y Salinas… más la presencia de Lineker en la banda derecha, la polémica posición que Cruyff le viene reservando desde principio de temporada.
El equipo no va sexto en liga, sino segundo. Por supuesto, todo el mundo quiere ganar pero no hay esa sensación de vacío, de vértigo, que había el año anterior y que habrá, como veremos, el siguiente. Para calmar el asunto aún más, a los cuatro minutos marca Julio Salinas en una jugada que inicia con brillantez Lineker en la banda mientras Cruyff parece mirar al palco con cara de “ya lo decía yo”. El público desplazado a Berna se vuelve loco. Berna, la ciudad donde el Barcelona perdiera la final de la Copa de Europa de 1961, aquel Barcelona de Ramallets, Suárez y Kubala; Berna, la ciudad de la redención donde los jugadores azulgrana siguen fallando goles cantados como en su día los fallaron Koksis y Czibor. El partido debería estar sentenciado al descanso, pero sigue 1-0. Ancara patirem.
Un Milla extenuado deja su lugar a Miquel Soler. Minutos más tarde, López Rekarte entra por Begiristáin, para cerrar más el marcador. Son dos cambios clave porque de sus botas sale el segundo gol: carrera impresionante del lateral-extremo y remate de Rekarte en contraataque, como si de un delantero se tratara. Es el 2-0, momento de euforia en el banquillo culé para todos menos para Cruyff que reordena el equipo, como si ganar fuera la cosa más natural del mundo en su caso. Hasta cierto punto, lo es. En rueda de prensa, exultante, remarca la clave del partido: “Lo mejor es que lo planteado ha salido bien… y hemos acertado de pleno con los cambios”. Cuando se pierde, la táctica no importa. Cuando se gana, la táctica lo es todo. Así es Cruyff y así hay que quererle. Acaba un primer año prometedor, víspera de una temporada donde todo el proyecto estará varias veces a punto de venirse abajo.
(Continua)
Ese once es el reflejo de un año de evolución de cruyffismo, el resumen perfecto de esta primera temporada: para empezar, el holandés pone su 3-4-3 como apuesta irrenunciable. El jugador más criticado del año, apuesta personal, es decir, Aloisio, es titular. Milla dirige al equipo junto al otro canterano, Guillermo Amor. Eusebio, cuya evolución ha sido impresionante, completa un medio campo de toque y posesión mientras Roberto intenta estar en todas partes. Arriba, los dos grandes goleadores: Txiki y Salinas… más la presencia de Lineker en la banda derecha, la polémica posición que Cruyff le viene reservando desde principio de temporada.
El equipo no va sexto en liga, sino segundo. Por supuesto, todo el mundo quiere ganar pero no hay esa sensación de vacío, de vértigo, que había el año anterior y que habrá, como veremos, el siguiente. Para calmar el asunto aún más, a los cuatro minutos marca Julio Salinas en una jugada que inicia con brillantez Lineker en la banda mientras Cruyff parece mirar al palco con cara de “ya lo decía yo”. El público desplazado a Berna se vuelve loco. Berna, la ciudad donde el Barcelona perdiera la final de la Copa de Europa de 1961, aquel Barcelona de Ramallets, Suárez y Kubala; Berna, la ciudad de la redención donde los jugadores azulgrana siguen fallando goles cantados como en su día los fallaron Koksis y Czibor. El partido debería estar sentenciado al descanso, pero sigue 1-0. Ancara patirem.
Un Milla extenuado deja su lugar a Miquel Soler. Minutos más tarde, López Rekarte entra por Begiristáin, para cerrar más el marcador. Son dos cambios clave porque de sus botas sale el segundo gol: carrera impresionante del lateral-extremo y remate de Rekarte en contraataque, como si de un delantero se tratara. Es el 2-0, momento de euforia en el banquillo culé para todos menos para Cruyff que reordena el equipo, como si ganar fuera la cosa más natural del mundo en su caso. Hasta cierto punto, lo es. En rueda de prensa, exultante, remarca la clave del partido: “Lo mejor es que lo planteado ha salido bien… y hemos acertado de pleno con los cambios”. Cuando se pierde, la táctica no importa. Cuando se gana, la táctica lo es todo. Así es Cruyff y así hay que quererle. Acaba un primer año prometedor, víspera de una temporada donde todo el proyecto estará varias veces a punto de venirse abajo.
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